VIAJAR A ESCOCIA: Edimburgo (días 9 y 10).

DÍA 9: VUELTA A EDIMBURGO

Empezó temprano, como siempre. Después un gran desayuno, como cada día, recogimos nuestras maletas y abandonamos Dingwall para empezar a volver rumbo a Edimburgo. Desafortunadamente, el viaje estaba llegando a su fin y teníamos unos cuantos kilómetros que recorrer para poder devolver el coche.

La verdad es que no hay mucho que contar de esta mañana, porque todo lo que hicimos fue recorrer con el coche todo el camino de vuelta, aunque sí me gustaría remarcar algo. Las autovías de Escocia son una pasada. Pasan de ser carreteras nacionales cuando el camino no es muy ancho sin que uno pueda casi percibirlo, a convertirse de nuevo en autovías cuando hay más espacio. Esto hace que no hayan salidas difíciles o entradas complicadas, simplemente vas conduciendo por tu carril sin mayor impedimento. La verdad es que es muy fácil conducir por allí. Todas las dudas sobre conducir y alquilar un coche en Escocia podéis leerlas aquí.

Hicimos una parada en Killiecrankie (me hizo mucha gracia el nombre, no sé por qué) para tomar un plátano. Killiecrankie es un pequeño pueblo donde hubo una batalla, la batalla de Killiecrankie, durante la Rebelión Jacobita (si vais a Escocia veréis mucha información sobre esto en todas partes). Y eso es todo lo que puedo decir de este lugar (tampoco tiene mucho más).

Tras el pequeño descanso seguimos con nuestra ruta. Al cabo de unas horas y tras haber repostado gasolina, llegamos a las oficinas de Arnold Clark junto al aeropuerto para dejar nuestro querido coche. Cuando controlaron que todo estaba en orden y no teníamos que pagar nada extra (bendito seguro que pagamos) fuimos a coger el tranvía de vuelta a Edimburgo.

Al llegar a Edimburgo y bajar en todo el centro de la ciudad nos dimos cuenta de qué diferente se veía esta ahora que había empezado el festival Fringe. Cuando estuvimos allí los primeros días, aunque estaban con los preparativos, la verdad es que no había mucha gente por la calle. Se estaba bien, se paseaba tranquilamente, como en cualquier ciudad más o menos grande. Pero a nuestra vuelta encontramos Edimburgo abarrotada completamente.

Ahí vivimos un momento estresante porque teníamos que ir cargados con nuestra gran maleta buscando la parada donde coger el autobús que nos llevaría al barrio donde íbamos a dormir esa noche, y había tanta gente y tanto movimiento que resultó complicado. Pero bueno, ¡lo conseguimos!

Así que fuimos directos a nuestro próximo alojamiento. Tras dejar las maletas y refrescarnos, decidimos ir a patear la ciudad de nuevo y ver de qué iba el tema del Fringe.

El Fringe es un festival creado por ocho compañías de teatro a las que no acogieron en el Festival Internacional de Edimburgo. Durante el Fringe, Edimburgo se llena de color, de música, de arte, teatro, danza y comedia. En cualquier rincón de la ciudad (iglesias, tiendas, universidades…) aprovechan para celebrarlo. Algunas actuaciones son gratis y otras pagadas; sea como sea la ciudad se llena de muy buen ambiente, mucha gente, mucho turista, muchos escoceses pasándolo en grande. La verdad es que no sé cómo explicarlo, hay que verlo, por eso sé que volveré pero con planificación, para poder vivirlo en condiciones.

Nosotros no vimos ninguna actuación, pero la verdad es que solo con el ambiente de la calle se podía disfrutar mucho del festival.

El primer día nos quedamos con las ganas de ir a un mercadillo que había en una iglesia y que encontramos cerrada. Nos metimos en ella esta vez (en Escocia debido a la caída de fieles, muchas iglesias han sido recicladas como bares, oficinas o mercadillos. Una idea que a mí me parece genial). Y allí estuvimos un rato viendo los diferentes puestos que habían. Muy chulo todo.

Tras pasear un poco decidimos ir a los jardines de Princes Street, que los primeros días no pudimos verlos con tiempo. Bajamos las escaleras para acceder a los jardines y nos compramos un helado (¡qué precios!). Nos sentamos un rato a observar a la gente (me encanta hacerlo) y nos dimos cuenta de lo fácilmente reconocible que somos los españoles (hacíamos apuestas y acertamos el 95 % de las veces).

Paseamos por los jardines que estaban llenos de gente y cuyas vistas son increíbles (se ve el castillo), paseamos por el cementerio que hay al final, y salimos de él para dirigirnos a cenar al restaurante en el que teníamos claro que queríamos celebrar mi cumpleaños (lo habíamos visto los primeros días y nos quedamos con las ganas). El restaurante se llama Wildwood y tenían unas pizzas exquisitas por un precio muy bueno. La verdad es que cenamos extremadamente bien y acabamos totalmente llenos.  Os lo recomiendo.

De allí decidimos volver andando al piso. Estábamos agotados, pero queríamos caminar. La temperatura era increíble y hacía una noche preciosa. Nos quedaban muy pocas horas en Edimburgo y queríamos disfrutarlo al máximo. De hecho, nos sentamos un rato en un parque que encontramos cerca de nuestro barrio para ver a los perros correr (creo que pocas cosas me hacen más feliz que observar a los perros pasarlo en grande) y a los jóvenes disfrutar de la noche. Estuvo muy bien. Fue una buena forma de terminar el día.

DÍA 10: EDIMBURGO Y VUELTA A CASA

Decidimos levantarnos temprano para aprovechar la mañana. Nuestro avión salía sobre las ocho de la tarde, así que teníamos margen para disfrutar de la ciudad.

Desayunamos un café y lo que pillamos de un supermercado (cruasanes de chocolate, me encantan, no puedo negarlo) y nos dirigimos de nuevo al centro, no sin antes pasar por la Universidad de Edimburgo que nos venía de paso.

Ya cuando fuimos el primer día nos gustó disfrutar de los callejones o closes de los que os hablé, así que volvimos para perdernos por los que se nos habían escapado la primera vez.

Pasamos por la puerta de Elephant House, que es el bar que se ha hecho famoso (creo que vive de esto) por ser el lugar donde Harry Potter empezó a ser escrito. Estaba lleno de turistas haciendo cola (la verdad es que me fascina el fanatismo de la gente con este tipo de cosas).

Después nos fuimos a comprar souvenirs para familiares y amigos. Tras conseguir comprar todo lo que queríamos, volvimos a ir a los jardines de Princes Street y entramos al National Gallery of Scotland, un museo gratuito que aloja joyas tales como la «Vieja friendo huevos» de Velázquez. Ni más ni menos. La verdad es que no tenía ni idea de que estaba allí ese cuadro y fue muy impactante encontrarlo y verlo en directo, ya que Velázquez es uno de mis pintores favoritos. Es alucinante. Si vais, tenéis que ir.

Después nos fuimos a comer. Decidimos alejarnos del centro para que nos costase menos encontrar un lugar vacío (ya que todo estaba lleno de gente por el Fringe) pero enseguida, antes de alejarnos, encontramos un sitio donde tenían hamburguesas vegetarianas (decidí que quería volver a tomar una hamburguesa como despedida, como si no me hubiera comido ninguna durante todo el viaje…). Nos la tomamos en Zuhus. No es el mejor restaurante en el que comimos, pero teníamos bebida ilimitada, estaba bien de precio y nos pillaba de paso.

Salimos apestando a fritanga de allí, pero la comida estaba buena. A estas alturas no me iba a poner delicada, que queréis que os diga. Escocia es preciosa pero la comida, como en todo el Reino Unido, no es su fuerte.

Tras esto nos fuimos con calma al piso, andando. Estábamos a una media hora de distancia, pero no teníamos prisa alguna. A pesar de haber hecho el check-out por la mañana antes de irnos, el casero nos había hecho el favor de dejar las maletas allí para poder disfrutar de la ciudad en condiciones.

Después, cargados de maletas, hinchados de comida y algo tristes porque esto había llegado a su fin, volvimos al centro para coger el autobús al aeropuerto, donde, por cierto, el conductor era español. Un chico muy simpático que me dijo que sabía que era española gracias a mi «gran acento inglés», ja ja ja.

Llegamos temprano al aeropuerto, más de lo que me habría gustado, y el avión salió con retraso, así que el final no fue el mejor del mundo, pero no importaba, Escocia nos había conquistado y no podíamos quejarnos de nada. Fue un viaje increíble.

Y así terminaron estos maravillosos diez días del verano de 2017.

—————————————–

Acaban los post de Escocia, uno de los viajes más increíbles que he hecho nunca. Jamás pensé que me podría gustar tanto este país, que Edimburgo era tan bonita y que las Highlands causarían tal impacto en mí. Pero así ha sido. Y volver a revivirlo todo a través de las palabras en el blog no ha hecho más que reforzar todo esto.

Si habéis llegado hasta aquí y no os he conquistado con todos los anteriores post y las fotos, no hay nada más que yo pueda hacer, pero de verdad, ojalá podáis o queráis ir algún día a este maravilloso país y podáis perderos por sus carreteras y montañas aunque sea durante unas horas. No os arrepentiréis.

Por cierto, gracias a todos los que habéis ido leyendo cada capítulo y en especial a los que habéis ido comentando los posts. Vuestro feedback es la mejor motivación que existe para escribir todo esto.

Un besito.

Deja un comentario